Las aftas son pequeñas úlceras que se forman en la mucosa, generalmente en la boca, y aparecen cuando la piel se abre y no se cierra, formando una herida. Cuando están en mal sitio, las aftas incluso pueden impedir hablar, masticar o tragar de forma adecuada.
“Soy tu cuerpo y estoy intentando decirte algo”
Como puedes imaginarte, la aparición de este tipo de úlceras no es algo normal. Cuando la piel está bien nutrida y las células sanas, no sólo no se producen agujeros de forma espontánea, sino que se vuelven a cerrar automáticamente en caso de hacernos sin querer un corte con algo. La aparición de aftas significa entonces que hay un problema en algún lugar en las células. Tal vez el sistema inmunitario se ha debilitado por el estrés, un impacto emocional, una mala alimentación (carencia de vitamina B12, folatos, hierro o zinc), la ausencia de un estilo de vida sano, el cansancio excesivo por no dormir lo suficiente, etc. También pueden estar provocadas por los medicamentos que debilitan el sistema inmunitario: antibióticos, radio y quimioterapia, inmunosupresores... El cuerpo utiliza las aftas para enviarnos una señal, y nos causa un poco de daño para que le hagamos caso: “estoy sufriendo, estoy débil, me falta algo”. Así pues, es el momento de detenerse, reflexionar y tomar las medidas adecuadas para solucionar la causa del problema.
Factores desencadenantes de aftas:
Cuando una persona se encuentra débil, basta con tomar un alimento que pueda rajar o irritar la piel para producir una úlcera (afta) en las encías o el interior de la boca. Puede suceder con un queso un poco picante y salado, nueces, chocolate o tomates. Los tomates en concreto tienen una capacidad increíble para irritar las heridas. Si tienes una llaga en la boca, empieza por disminuir la inflamación en el organismo tomando omega 3 y reduciendo el azúcar y las grasas vegetales cocidas. Restablece tu sistema inmunitario con un buen tratamiento de probióticos y toma alimentos frescos, ecológicos y de temporada, dando prioridad a las verduras de todos los colores. Además de actuar desde dentro, sobre las causas que están detrás de las aftas, también es posible disminuir las molestias que éstas provocan. Existen dos líneas de abordaje enfrentadas: La primera consiste en hacerse daño a propósito para que el dolor se atenúe a continuación. Puede parecer una locura, pero la lógica que sigue este método es algo que hacemos de forma natural: presionar donde nos duele para encontrar alivio. Hay quien pone directamente sal en el afta y cuenta hasta 100 antes de escupir. La sal genera inmediatamente un intenso dolor, pero eso provoca la liberación de endorfinas que enseguida anestesian. Además, la sal atrae el agua que hay en la llaga, lo que contribuye a reducir la hinchazón. La segunda va por el camino contrario, centrándose en atenuar el dolor al máximo. Para ello se pueden hacer gárgaras con infusión tibia de salvia o camomila, o aplicar al afta un gel calmante de aloe vea, aceite de borraja o arcilla. También se puede recurrir a enjuagues bucales con mirra, que están reconocidos por la Comisión E (una comisión científica alemana que valora productos elaborados con plantas) para tratar las inflamaciones de la boca y las mucosas de la faringe. Para ello vierte 4 ml de tintura de mirra en un vaso de agua y enjuaga la boca con ello varias veces al día. El punto intermedio entre estas dos es masticar semillas de propóleo (una especie de resina elaborada por las abejas). Escuece un poquito, pero también tiene un gran efecto anestésico.
Y por último, escucha a tu cuerpo cuando te envía señales. Si le haces caso y pones remedio, evitaras muchos de estos y mayores problemas.
Centro luri acupuntura y terapias naturales, en Zaragoza.