Para comprender la atracción que ejerce el azúcar hay que hacer una excursión hasta la base del cerebro. Allí se encuentra un pequeño núcleo azulado que se denomina locus cerúleo. Su color se debe a que contiene cobre, necesario para la producción de noradrenalina, la sustancia responsable del despertar, la atención, la concentración y la vigilancia.
Se segrega por la mañana, para despertarnos, y en caso de problemas o amenazas, se segrega en abundancia para producir un estado de alerta, que va asociado a la movilización de los músculos, del oxígeno (broncodilatación) y de los carburantes energéticos (azúcares y grasas) para permitir responder al peligro. La noradrenalina es también, de alguna forma, un acelerador de nuestras pulsiones (la combatividad para defender el territorio, el consumo de alimentos y la sexualidad).
Pero, como sucede con toda buena maquinaria, a ese acelerador le hace falta un freno.
Nuestro sistema de freno es un neurotransmisor llamado serotonina, que necesita insulina para ser sintetizado.
Gran parte de nuestro equilibrio personal se debe a la armonía entre estas sustancias orgánicas. Es decir, que gracias a la acción modulada de los pedales de aceleración y de freno podemos conducir sin problemas; gracias a la serotonina, modulamos la noradrenalina, controlando las pulsiones.
¿Y qué tiene que ver el azúcar en este escenario de frenos, aceleradores y derrapes incontrolados? Pues lo que sucede con el azúcar es que atasca la mecánica de nuestro cerebro.
Cuando se consumen glúcidos lentos (pan de cereales, pasta integral, cereales integrales o combinados con verduras o proteínas, legumbres…) la glucosa pasa lentamente a la sangre y hace que aumente progresivamente la insulina, que permanece en unos niveles razonables y después vuelve a bajar también paulatinamente. Por lo tanto, el efecto de la serotonina es duradero.
El impulso se satisface y el sistema de freno funciona. En otras palabras: estamos al mismo tiempo pletóricos y calmados.
Pero cuando consumimos glúcidos rápidos, como ocurre al tomar bebidas y alimentos azucarados, el motor se embala: la glucosa en sangre aumenta rápidamente, haciendo aumentar en la misma proporción los niveles de insulina.
Unas dos horas más tarde, esta glucosa desciende por debajo de su nivel base. Entonces el efecto de la serotonina, en sí mismo, debilita el organismo. Como si de un “chute” de droga se tratase, el efecto del azúcar es inmediato y muy potente, pero desaparece rápidamente. Y entonces el cuerpo pide otra “dosis”.
Así es como el azúcar llega a tomar el control. Y el problema es que puede hacernos sobrepasar todos los límites.
El azúcar que nos vuelve locos
Los estudios en torno al efecto del consumo del azúcar son realmente inquietantes.
Se ha estado observando este fenómeno desde 1976 y ha demostrado que las personas depresivas con una tasa baja de serotonina llegan con mucha mayor frecuencia a cometer actos suicidas (40%) que los depresivos cuya tasa de serotonina es normal (15%). Es decir, que el azúcar puede ser hasta tal punto perturbador. Por suerte esta toma de control del cerebro es un fenómeno reversible.
En una escuela danesa han instaurado un desayuno obligatorio para los escolares con problemas, reemplazando los dulces y los refrescos por alimentos que contenían sobre todo glúcidos lentos. ¿El resultado? Menos conflictos, menos absentismo y… ¡mejores resultados académicos!
Una vez que hemos comprendido los mecanismos que explican nuestra dependencia al azúcar, toca dar el paso de cambiar de hábitos y reemplazarlo.
La lista de drogas “buenas”, cuyo aroma y sabor son mejores que los del azúcar y que además son totalmente saludables:
Los glúcidos lentos (legumbres, cereales integrales, batata, calabaza, castaña, etc.) y son especialmente importantes a partir de las 17:00 horas.
Las oleaginosas.
El chocolate negro.
Etc.
Complementos alimenticios como el magnesio y las vitaminas B son la base para reequilibrar la relación entre el acelerador y el freno, como actúan la luminoterapia, la melatonina y la oxitocina.
Además, hay otros medios que también permiten mejorar el control de las pulsiones y nos hacen menos vulnerables a cualquier tipo de dependencia: practicar deporte, yoga, métodos de respiración completa , acupuntura, por ejemplo.
Como el alcohol, el tabaco o cualquier tipo de adicción nociva para tu sal
ud, el azúcar te desvía de la realización de tus deseos más profundos y auténticos, afectivos, sociales y ricos en verdaderos valores.
Y pregunto ¿es el azúcar algo que realmente nos esclaviza?
Centro Luri Acupuntura y Naturopatía desde Zaragoza